Exploración Minera en el Perú
Es de todos conocido el hecho que durante el Virreinato hubo un buen número de ciudadanos españoles o sus descendientes dedicados a la minería e indudablemente también a la prospección y exploración de filones y cuerpos mineralizados. La importancia que España daba a la explotación minera en el país ha quedado evidenciada en la Memorias de los Virreyes. De especial interés son las del Virrey Toledo quien dictó las primeras ordenanzas de minería, pero también es interesante anotar que en la memoria de Don Juan de Mendoza, Marqués de Montesclaros, Virrey del Perú del año 1615, en el capítulo de los mineros dice: “Asientos formados: Potosí, Pasco, Oruro, Vilcabamba, Castrovirreyna, Nueva Potosí, éstos de plata; Carabaya y Laruma de oro; Huancavelica de azogue”.
A pesar de la importancia que, a juzgar por estas referencias de los virreyes se daba a la minería, no fue hasta la segunda mitad del Siglo XVIII que la corona española muestra verdadero interés por la descripción y estudio de diversos distritos mineros. Es así como encontramos en la literatura escritos como el llamado “Derrotero de Monroy” y cuyo título completo es “Representación dirigida al Virreinato del Perú en julio de 1769 para el restablecimiento del mineral de Castrovirreyna en el Departamento de Huancavelica, fundada en el reconocimiento que hizo de ese mineral don Alvaro de Monroy”. Este documento contiene una descripción detallada del distrito minero de Castrovirreyna. Luego vendría al Perú la misión presidida por el Barón de Nordenflicht que luego de visitar Potosí (vía Montevideo) a fines de 1788, llegó a Lima en abril de 1789. La misión Nordenflicht hizo trabajos mineros en Cerro de Pasco y otros asientos mineros, pero concentró sus actividades principalmente en Hualgayoc.
Durante la República, poco es el interés que muestra el Gobierno de Lima por el desarrollo de la minería, pero aparecen figuras como don Antonio Raimondi y Mariano de Rivero y Ustáriz que publicaron textos sumamente valiosos referentes a las riquezas minerales de nuestro país. Si bien es cierto, los sucesivos Gobiernos de Lima no prestaron mayor atención al conocimiento de nuestro potencial minero, es justo reconocer que en 1876 se funda la Escuela de Ingenieros del Perú de donde egresan un grupo de ingenieros de minas que aparte de su capacidad técnica, muestran un gran entusiasmo por la minería. Son conscientes que para desarrollar nuestros recursos minerales era necesario primero conocerlos y darlos a conocer.
Es así como el Cuerpo de Ingenieros de Minas fundado en 1902, inició la publicación de Monografías sobre distintas partes de nuestro territorio. Los nombres de Lisson, Fuchs, Bravo, Málaga Santolalla, Dueñas, Balta, Denegri y tantos otros aparecen como autores de estos interesantes y valiosos estudios. La Sociedad Geológica del Perú se funda en 1924 y contribuye también al conocimiento de la Geología del territorio nacional.
Las colecciones de los Boletines del Cuerpo de Ingenieros de Minas del Perú y de la Sociedad Geológica del Perú constituyen dos valiosas fuentes de información para quienes estén interesados en conocer la historia de muchos de nuestros yacimientos. Las descripciones geológicas que allí se encuentran pueden parecer hoy en día desactualizadas. Sin embargo, tienen observaciones interesantes que pueden haber pasado desapercibidas. A pesar de todo lo anterior, fue sólo con la promulgación del Código de Minería de 1950 que se produce en el Perú el verdadero despegue de actividad minera. Se amplían las operaciones mineras, se pone en marcha nuevas operaciones y se inicia la exploración de prospectos mineros, muchos de ellos descritos en los boletines a que he hecho referencia en párrafos anteriores. Fue así como se puso en evidencia la importancia por ejemplo, de Tintaya, Antamina y Marcona. En esa época se descubrió Cuajone. Conviene por eso señalar que el Código de 1950 no solo impulsó la producción minera. En mi opinión, tan o más importante que el aumento de la producción, el Código de 1950 fue el impulso que se dio a la exploración minera que puso en evidencia la existencia de importantes yacimientos aún por explorar y eventualmente, como en efecto ha sucedido, ponerlos en producción.
Desafortunadamente, el Código de Minería se mantuvo incólume solamente por unos pocos años. Al poco tiempo de su promulgación se iniciaron los recortes a unas disposiciones promocionales. A pesar de ello se logró mantener el artículo que establecía los contratos de estabilidad tributaria, al amparo del cual se firmó el contrato de Cuajone en los primeros años de la década de los setenta. Fue el último contrato que se firmó al amparo de ese dispositivo legal y bien puede decirse que marcó el fin de la vida del Código del 50.
Vinieron luego 20 años de marcado estatismo durante los cuales se estatizó la gran minería con excepción de Southern Perú Copper Corporation, operadora de Toquepala y Cuajone.
A partir de 1990 se revisa la legislación minera y se inicia un agresivo y exitoso programa de privatización. Se logra la estabilización de nuestra economía que había llegado a una inflación de más de 7000 % por año, restableciendo así el clima favorable para la inversión minera que había imperado en los años 50. Fue en esas circunstancias que en 1992 la empresa Cía. de Minas Buenaventura, en asociación con el Bureau des Recherches Géologiques et Minières y Newmont Mining Co., logró poner en producción el yacimiento de Yanacocha que habíamos venido explorando tímidamente desde 1983.
Yanacocha resultó ser el detonante de este exitoso período de exploración al que los peruanos nos hemos referido con un boom minero y que en realidad deberíamos llamarlo boom de exploraciones.
Palabras de Don Alberto Benavides Tomado de Proexplo 99.